Durante este periodo la capital se encuentra en Memphis (al sur del delta). Las dinastías de mayor esplendor son la IV y V, pero a partir de la VI empieza un momento de decadencia y un momento de intermedio.
Se podría decir que estuvo dominado por dos doctrinas teológicas fundamentales: el panteísmo menfita y la mística solar heliopolitana. Los primitivos cultos de las diosas madres en el paleolítico superior habían cedido en parte a las divinidades y triadas tribales de los nomos en el Período Predinástico y dinástico temprano. La importancia y acensó de cada dios dentro del panteón local estaba directamente relacionado con la política predominante del momento; de este modo cada ciudad tenía su triada, ogdóada o enéada particular, algunas de las cuales llegarían a ocupar la primacía del culto estatal en el desarrollo posterior de la historia egipcia.
La primacía temprana de Heliópolis durante las dos primeras dinastías faraónicas como centro religioso del Egipto unificado, aún cuando su capital administrativa era This, cedió a su papel predominante durante las dinastías III y IV, cuando la capital se trasladó a Menfis. El clero menfita desarrolló la doctrina teológica más avanzada a la que pudo acceder la civilización egipcia en todo su desarrollo, ya desde el Reino Antiguo, elevación aron al dios Ptah de Menfis como demiurgo, principio creador, corazón y lengua de todos los dioses.
Con la llegada de la dinastía V, la capital se traslada a Heliópolis, tomando un papel primordial en ese momento la Gran Enéada heliopolitana, y culto al dios Ra ya que adquiere la primacía nacional. Los dioses locales no pudieron sobrevivir de otra forma ya que mediante la asimilación con Ra: Amón-Ra en Tebas, Montu-Ra en Hermontis, Sobek-Ra en el Fayum o Jnum-Ra en Elefantina, etc. La decadencia de la monarquía, es a partir de la VI dinastía, y provocó que tomaran fuerza nuevamente los dioses locales, fundamentalmente Osiris, asociado con la resurrección.
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